Si los activistas de la Asociación para la Reforma del Congo y sus aliados en la campaña de denuncia contra el Estado Libre del Congo tuvieron que sacudir las conciencias europeas y universales y llevarlas al convencimiento de que en El Congo se estaban produciendo crímenes abominables de los que el principal responsable era el rey de Bélgica, lo cierto es que esas conciencias fueron difuminando aquel mensaje de padres a hijos y nietos entre silencios y olvidos, a la sombra de los monumentos erigidos a la gloria de Leopoldo II o Henry Stanley,su primer y fundamental lugarteniente en El Congo